miércoles, 24 de enero de 2018





Acerca de Bartleby el escribiente (1853)


Herman Melville (1819-1891)
Bartleby no es un personaje “realista”. Es una metáfora, un símbolo de lo absurdo, del hastío de la vida. Encarna la suprema retracción y el supremo retiro. Manifiesta, cuando no tiene más remedio que hablar, que “preferiría no hacerlo” (I would prefer not to do it). En su discurso, aparece reiteradamente la palabra “preferir”, lo cual tiene consecuencias: Bartleby prefiere, y por ende elige: elige activamente no hacer. En su inmensa pasividad, hay algo ligado a la actividad. Llega a ejercer una acción, que es la acción de la resistencia. Se resiste a la vida. A seguir viviendo y respirando: es una resistencia ontológica.

Su discursividad, desde el principio hasta el final, se expande levemente. En los últimos tramos, pronuncia más palabras, pero siempre parco. Su discursividad es puramente referencial, despojada de toda expresividad. Es un ser penitenciario, que busca el encierro y la retracción. Es un ser kafkiano avant la lettre; como dice Borges, Melville es un precursor de Kafka.
A pesar de simbolizar la resistencia a la vida y a la vitalidad. Bartleby resulta inolvidable y hasta entrañable como Don Quijote o como Emma Bovary. Su presencia es potente: estatua de mármol-carne, maciza, impenetrable. Antihéroe sin avatares, sin proezas ni peripecias, representa el conflicto pulsional vida-muerte de manera insuperable.

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