martes, 27 de marzo de 2018

Freud y la cultura / Módulo de abril de 2018




Les doy a continuación los textos correspondientes al módulo de abril de 2018

"Los recuerdos encubridores", 1899.
"El motivo de la elección del cofrecillo", 1913.
"El sentido antitético de las palabras primitivas", 1910.

Les recuerdo que pueden incorporarse cuando lo deseen. No tienen más que escribirme a la siguiente dirección electrónica:

viclack@gmail.com

El taller funciona en la zona de Recoleta, y tiene lugar todos los martes de 18.30 a 20.

martes, 20 de marzo de 2018

Los traductores de Freud




Los traductores de Freud

En cuanto a las ediciones/traducciones del autor, hay dos clásicas: la de Luis
Ballesteros y de Torres, publicada por Biblioteca Nueva, y la de José Luis
Etcheverry, publicada por Amorrortu editores. En honor a la verdad, la de
Ballesteros comparte cartel con el argentino Ludovico Rosenthal, quien
tradujo lo escrito por Freud después de 1922.

Hoy en día circulan muchas ediciones de bolsillo a bajo costo, e incluso se
consiguen muy fácilmente los archivos para lector electrónico, para los que quieran
leer en Kindle o semejante, en tableta o en cualquier dispositivo de soporte digital.
No obstante, aclaro que lamentablemente esta versión carece de las notas al pie.

Vale la pena citar las palabras que el propio Freud le dirigió a Ballesteros en 1923:

“Siendo yo un joven estudiante, el deseo de leer el inmortal Don Quijote
en el original cervantino me llevó a aprender, sin maestros, la bella lengua
castellana. Gracias a esta afición juvenil puedo ahora –ya en avanzada
edad– comprobar el acierto de su versión española de mis obras,
cuya lectura me produce siempre un vivo agrado por la correctísima
interpretación de mi pensamiento y la elegancia del estilo. Me admira,
sobre todo, cómo no siendo usted médico ni psiquiatra de profesión,
ha podido alcanzar tan absoluto y preciso dominio de una materia
harto intrincada y a veces oscura”.

Como estudiosa de Freud y como traductora literaria especializada en ciencias sociales
y en psicoanálisis, prefiero la versión de Ballesteros-Rosenthal, pues es mucho más
hermosa estilísticamente. Pero se puede trabajar perfectamente un texto en sus dos
versiones a la vez, dado que, pese a mis preferencias, reconozco que ambas tienen
valores únicos.

Mi elección responde asimismo al hecho de que nuestro trabajo en el taller “Freud
y la cultura”  se centra en los textos freudianos dedicados a la creación literaria, a la
cultura, a los aspectos antropológicos, filosóficos, ya que el taller no está concebido,
en principio, para psicoanalistas. La versión de Etcheverry está más indicada para
trabajar los textos más técnicos, más metapsicológicos, pues es mucho más minucioso,
pero tiene un estilo bastante áspero y despojado de encanto literario.

No nos olvidemos de que Freud recibió el premio Goethe en 1930, equivalente al
premio Cervantes en lengua castellana, por su obra científico-poética. Por ende,
a mi juicio, Ballesteros-Rosenthal es una mejor opción, dado que también traduce
la calidad literaria de Freud.


Suele hablarse de Ballesteros y Amorrortu, no de Ballesteros y Etcheverry. Ello
responde, a mi entender, al hecho de que si bien el traductor es José Luis Etcheverry,
la edición de Amorrortu es de una excelencia inusual en las letras castellanas.
Este sello tomó la decisión de utilizar como base la Standard Edition en inglés,
y de traducir de esta lengua todo el aparato crítico de James Strachey, el cual otorga
a la edición un valor agregado. Dicho trabajo estuvo a cargo del excelente colega
argentino Leandro Wolfson.


Por ende, todos los escritos de Freud están precedidos y acompañados de un aparato
crítico, introducción, relevamiento de ediciones anteriores, anecdotario de la
publicación del artículo o ensayo en cuestión, notas al pie de James Strachey.
Los caracteriza asimismo una corrección impecable, aunque con decisiones a mi
juicio no muy afortunadas, como por ejemplo la elección ortográfica de inconciente
con c y no con sc (inconsciente), o amor de trasferencia en vez de transferencia,
lo cual evidencia, como observa Etcheverry en su opúsculo Sobre la versión
castellana, una voluntad de innovar y de seguir las nuevas reglas de la ortografía
española (la edición salió en 1976). Pero, lamentablemente, no hay coherencia
en esta decisión, pues al mismo tiempo abundan formas pronominales arcaicas
como estotro, lo cual no condice con la corriente innovadora.


Por otro lado, Amorrortu resolvió incluir en el primer volumen de los veinticuatro
los así denominados “textos prepsicoanalíticos” de Freud. Es una excelente decisión,
pues en dicho volumen encontramos toda la corriente del pensamiento freudiano
orientada a la neurología, ausente en parte en la edición de Biblioteca Nueva,
hasta el momento bisagra de fines del siglo XIX en que Freud da un golpe de timón
a su pensamiento y se orienta a la psicopatología y la psicología, mientras funda
los cimientos del psicoanálisis, escribiendo los “Ensayos sobre la histeria” y
“La interpretación de los sueños” en especial. También es sumamente útil el tomo 24,
con sus índices de nombres propios, de lugares, de temas de sueños, de
correspondencia entre la paginación de Amorrortu Editores, la Standard Edition y
los Gesammelte Werke.


Además, tal como Borges señala cuando se refiere a los traductores de las Mil y
una noches y a las versiones homéricas, se advierte que el nuevo traductor tradujo
contra el anterior. Así pues, ¿qué necesidad hay de hablar del pequeño Hans,
en vez del Juanito de la tradición psicoanalítica, o de lo ominoso, cuando
lo siniestro ya está acuñado y perfectamente establecido en el discurso, o de
la novela familiar de los neuróticos cuando la novela familiar del neurótico
ya es un clásico? ¿Qué necesidad hay de poner como título “El creador literario
y el fantaseo” cuando ya tenemos “El poeta y el sueño diurno”, tanto más bello,
poético y encantador?

Es cierto que Etcheverry unificó la terminología psicoanalítica, y ello es muy
de agradecer para los estudiosos, incluida la autora de este pequeño artículo.
En definitiva, podemos ir de una versión a la otra, según las necesidades.


En resumen, yo recomiendo la versión Ballesteros-Rosenthal por su calidad
estilística, sin desmedro de la excelencia de la edición de Amorrortu,
más apta para algunos textos y muy completa para el estudioso.


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