martes, 11 de mayo de 2021

La lección del maestro de Henry James

La primera pregunta que acosa al lector (o al menos a esta lectora) de “La lección del maestro” de Henry James es la siguiente: ¿cuál es la lección del maestro? Para mí, la respuesta a dicho interrogante es que no hay maestro, que el maestro es uno mismo y que cada cual debe seguir sus propios pasos y debe, sobre todo, escuchar a su propio corazón. El gran escritor consagrado Henry Saint George aconseja a Paul Overt, joven escritor, a su vez exitoso y talentoso, que renuncie a la mujer amada y a fundar un hogar so pretexto de que el artista debe ser completamente libre. No obstante, toda su vida es una contundente contradicción de dicho consejo: él tiene una mujer, ha tenido hijos, su mujer es la administradora de sus contratos, una excelente secretaria y además es quien se ocupa de todo lo “pedestre” y “doméstico”. Cualquiera puede apreciar la falsía de los consejos que, venenosamente, destila el maestro. Sin duda Saint George veía venir la muerte de su mujer y ya había puesto el ojo en Marian Fancourt, la novia de Overt. Y por tal motivo, invita al joven escritor a alejarse. Cuando Overt vuelve, se entera de que, ya viudo, el maestro se quedó con la mujer amada. “Nunca escuches a tu rival”. “Nunca escuches a tu enemigo”. “La rivalidad sólo puede acarrear desgracias, pues está nutrida por el deseo de pulverizar al otro. O tú o yo. Esa es la fórmula real de este mensaje. El personaje de Overt está trabajado como un joven desmesuradamente admirador del Maestro. Está tan enajenado, tan enceguecido por la palabra del Maestro, que no es capaz de advertir lo equivocado de sus consejos. Nadie puede aconsejar a nadie. Sólo el propio error y la propia conciencia de quién es uno mismo pueden guiarnos hacia nuestra más cabal realización personal. Se impone el siguiente interrogante: ¿el arte supone una dosis de locura incompatible con la vida “normal”? La incoercible necesidad de buscar un maestro que tenga todas las respuestas: este es el punto débil que enceguece y, a la postre, envenena y hunde a Overt. La creencia en el Maestro fatalmente convertida en devoción. Los maestros zen, cuando aplican el koan, cuando le dan una patada al discípulo o leo abofetean con una respuesta agresiva, demuestran que justamente no hay maestro. Están diciendo: "Tú eres tu propio maestro, estúpido". "Tú mismo te has cavado la fosa y has perdido a la mujer amada, idiota". He aquí el mensaje del maestro.

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